Ahora que ya sabemos que las malas contestaciones no son ataques personales, ni tampoco una perversa conducta de nuestros hijos e hijas para sacarnos de quicio, sino una necesidad o emoción que se manifiesta de una manera inadecuada, podemos responder mediante estrategias que fomenten una comunicación respetuosa y constructiva.
Sabemos, y así lo dijimos en la entrada anterior, que algunos papás y mamás pueden interpretar estas conductas como desafíos, pues de esa forma eran entendidas cuando las aquí presentes éramos jóvenes. Pero como ya os explicamos, no deja de ser un enfoque erróneo. Así pues, por más que nuestros hijos nos falten al respeto, o así lo consideremos, no debemos olvidar que nosotros y nosotras somos quienes controlamos la situación, estableciendo normas y límites para que las contestaciones de nuestros peques respondan a la educación que les hemos dado.
Pautas a seguir cuando mis hijos me hablan mal

Como somos muy majas y nos preocupamos por el bienestar de vuestras familias, desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori vamos a daros algunos ítems que podéis seguir cuando esos locos bajitos nos suelten una contestación que nos lleve al límite de nuestros nervios.
- Conservar la calma. Esto es lo principal. Si logramos mantener la calma, en lugar de reaccionar impulsivamente con gritos y castigos cuando nuestros hijos nos hablen mal, que sin duda agravarían el problema, les demostraremos que al menos nosotros conservamos el control y que es posible gestionar las emociones de otra forma.
- Reflexionar sobre el ambiente familiar. Cuando un patrón se repite o es frecuente, como las malas contestaciones, suele ser interesante revisar qué necesidad no está siendo cubierta para nuestro hijo o hija. ¿Pasa poco tiempo con nosotros? ¿Necesita aprender límites? ¿Tiene un ambiente familiar estresante o con una mala gestión de la frustración? No debemos subestimar la presencia de los niños, pues a veces su comportamiento representa una señal de que tenemos que hacer pequeños ajustes en la dinámica familiar.
- Validar sus emociones, pero penalizar su manera de expresarla estableciendo límites. Por penalizar no nos referimos a castigarlos, ni mucho menos. Es tan simple como decirles que entendemos que estén enfadados o molestos, pero que su forma de expresarlo no es la adecuada, porque no está bien hablar mal a los demás. De ese modo les enseñamos que sus sentimientos son comprensibles, pero que deben expresarlos con respeto, del mismo modo que nosotros lo hacemos con ellos, y que lo contrario nos parece inaceptable.
- Repetir lo que nos han dicho y dejar que lo escuchen en silencio. Los niños y niñas suelen estar preparados para una discusión, pero les suele impresionar escuchar sus propias palabras en silencio, por lo que no suelen volver a repetirlas. Se trata de una combinación de vergüenza y toma de conciencia de lo inapropiado que es tratar a alguien así.
- Enseñar herramientas para expresarse mejor. Muchos niños no saben cómo expresar su frustración sin recurrir a malas contestaciones, por lo que podemos enseñarles frases alternativas que denoten su enfado y la necesidad de tiempo para calmarse antes de hablar. Asimismo, podemos impartir esta lección en dos momentos distintos. El primero es cuando se haya pasado el enfado y se puede dialogar tranquilamente de lo que ha pasado. Y el segundo es en el día a día; cuando nosotros mismos nos sintamos frustrados o sobrepasados por nuestros problemas de adultos.
- Reforzar el buen comportamiento. Cuando nos hayan demostrado durante una situación difícil que han aprendido a controlar sus emociones. Este ítem fortalecerá mucho una actitud más amable a la hora de expresar la frustración.
Esperamos que ambas entradas os hayan servido de ayuda. Si tenéis alguna pregunta, no dudéis en contactar con nosotras a través del formulario de nuestra página web, vía llamada telefónica, o presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia.