La Navidad se aproxima, los anuncios de juguetes se multiplican cual gremlin en una piscina, y nuestros hijos e hijas, como seres humanos pequeñitos que son, necesitan cubrir una necesidad primaria e inherente a nuestra naturaleza, que no es otra que la de codiciar. ¿Y cómo empezamos a codiciar? ¿Acaso buscamos cosas para codiciar? Más bien, empezamos por codiciar aquello que vemos cada día; e inevitablemente, cada vez que pasemos por delante de una juguetería, grandes almacenes, o en su defecto pongamos la televisión, nuestros pequeños se encontrarán con juguetes que codiciarán al instante. Por esa razón, desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori volvemos a proponeros soluciones para que podáis lidiar no solo con la campaña navideña, que al fin y al cabo es circunstancial, sino también para gestionar de manera respetuosa estas situaciones muy comunes que suelen dar lugar a las temidas rabietas.
Quiero esto.
Ya lo veis, tan solo dos palabras, un verbo y un demostrativo, que sin embargo pueden desencadenar un duro conflicto si no sabemos cómo actuar de manera adecuada.
Antes de entrar en materia, debemos recordar que todos tenemos necesidades que cubrir, y de no tenerlas, la publicidad ya se encarga de encontrarlas por nosotros; el mundo funciona así, qué le vamos a hacer. Pero claro, no es lo mismo una necesidad de adulto que una de niño, por lo que ahí entra en juego nuestra comprensión, empatía y, sobre todo, recordar que nosotros también fuimos pequeños y cuando veíamos un juguete que nos gustaba ansiábamos tenerlo. Puede que ahora, siendo mayores, nos parezca absurdo, pero para nuestros hijos e hijas tiene mucha importancia, ya que el juguete no solo actúa como un entretenimiento pasajero, sino también a modo de vehículo para socializar con otros niños, o incluso como un compañero para afrontar algunos momentos que sean difíciles para ellos. Insistimos, haced memoria y recordad lo que algunos juguetes significaron para vosotros durante vuestra infancia.
¿Qué podemos hacer como padres y madres?
Respuesta correcta número uno: «Hoy no puede ser, cariño. Otro día, ¿vale?». Pronunciado con calma y no menos dulzura. Ya no es por el hecho de que no seamos cajas expendedoras, sino que tampoco es adecuado para la educación de los pequeños comprarles todo lo que se les antoje, pues de esa manera estaremos malcriando a nuestros hijos, llevándoles a una completa falta de empatía, soberbia, y escaso control de sus emociones, que les pondrá en serios aprietos cuando se encuentren con situaciones que no sean capaces de gestionar por ellos mismos. Así pues, estáis contestando con un no, pero también dejáis una puerta abierta para que vuestro hijo o hija piense que su necesidad podrá quedar satisfecha en un futuro próximo, aunque no sea verdad a corto plazo.Respuesta correcta número dos: «Vale. Escoge un juguete y mamá/papá te lo compra. Pero solo uno, ¿de acuerdo?». De vez en cuando, no está mal ceder. El cariño no se compra, pero un regalo también es una demostración de amor. Lo que ocurre es que puede que en ocasiones nuestros hijos no quieran solo una cosa, sino que nos pidan varias, y ahí nos debemos plantar. De ese modo también les estamos enseñando la importancia de saber elegir, además de comprender que no pueden tenerlo todo.
¿Qué no debemos hacer como padres y madres?
Respuesta incorrecta número uno: «Si te portas bien, te lo compro». No hay que premiar. Los niños y niñas deben aprender que todas sus acciones van encaminadas a su propio aprendizaje y bienestar, independientemente de que obtengan algo o no al finalizar el proceso. Si cada vez que se comportan de una manera que se nos antoja adecuada, o hacen algo que deseamos, les compramos algo, estamos condicionando sus cerebros, haciéndoles pensar que si cumplen con sus deberes o nuestras normas obtendrán una recompensa a cambio, y no debe ser así. Si queréis comprarle el juguete porque os apetece o lo consideráis pertinente, adelante. Y si es que no, también, siguiendo la pauta que os hemos marcado anteriormente. Pero el trueque es un concepto que un niño no comprende y que se acabará volviendo contra vosotros.
Respuesta incorrecta número dos: «¡No te lo voy a comprar y me da igual cómo te pongas!». Vale, vosotros como padres decís eso, y vuestros hijos como niños harán lo siguiente: gritar, tirarse al suelo, estirarse del pelo, dar patadas… por poner algunos ejemplos ilustrativos. Y eso no es malo, ni tampoco es bueno; simplemente, hacen lo que su cerebro de niño les pide frente a un estímulo negativo. Nunca hay que gritar, y mucho menos ante una rabieta, porque así solo conseguiremos incendiar aún más la frustración del pequeño. No hay emociones malas, todas son buenas y necesarias para las personas. Pero el modo en que reaccionamos ante una rabieta sí puede ser bueno o malo. Y gritar, definitivamente, es muy malo. Si la respuesta es una negativa —y no hay nada de malo en que lo sea—, ya os hemos explicado cómo darla para que el niño no se enfade, o al menos, no tenga una rabieta. Incluso podéis optar por sortear la tienda o grandes almacenes en cuestión si sabéis que os va a acarrear algún tipo de conflicto y no contáis con el tiempo suficiente como para abordarlo.
Esperamos que esta entrada os haya servido de ayuda ante situaciones que os presenten un conflicto con vuestros hijos e hijas. Si tenéis alguna duda, estaremos encantadas de atenderos a través de la página web de nuestra guardería Montessori, por vía telefónica, o incluso presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia.