También conocida como “los terribles dos años” o “la pequeña adolescencia”, debido a los significativos cambios que los padres y madres observan en sus hijos e hijas a esa edad, se trata de una etapa que, si bien incómoda, resulta del todo imprescindible para el completo desarrollo de los pequeños por diferentes motivos:
- Se produce el ajuste de la personalidad de los niños y niñas.
- Aprenden dónde están sus límites y su capacidad de maniobra.
- Es el momento idóneo para que los padres y madres pongan barreras y establezcan normas razonables para la seguridad de sus hijos.
Pero claro, no todo son arcoíris, unicornios y purpurina, pues el término con el que se designa a esta etapa hace referencia a la dificultad que entraña. A lo largo de estos dos primeros años, nuestros hijos e hijas han experimentado un desarrollo espectacular, aprendiendo a andar, diciendo sus primeras palabras, y reconociéndose como personitas distintas a sus papás y mamás. Dicho de otro modo, han tomado conciencia de sí mismos, aunque por su corta edad todavía no entiendan cuál es el lugar que ocupan en el mundo. Y para reivindicar este cambio, aparecen sus primeras crisis de oposición, lo que también conocemos por el nombre de rabietas, y de las que ya os hemos hablado en entradas anteriores para saber cómo manejarlas e incluso atajarlas. Pero debemos entender que estos comportamientos derivan, principalmente, de esa independencia recién adquirida, manifestando que tienen sus propios gustos, deseos, y que no quieren hacer todo lo que les digamos. ¿Esto es bueno o malo? Pues ni lo uno ni lo otro. Todo está en función de cómo reaccionemos ante este nuevo periodo, y desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori vamos a tratar de ayudaros.
¿Cómo enfrentarse a los terribles 2 años?

Los niños y niñas de dos años tienen una visión egocéntrica del mundo, dado que aún no entienden los puntos de vista ajenos, y consecuentemente no comprenden por qué no pueden coger ese juguete, comerse el caramelo que les gusta, saltar en la cama, que su mamá les atienda cuando le estiran del pantalón, o cualquiera otra cosa que deseen en un momento determinado. Y, como su lenguaje todavía no les permite un razonamiento más elaborado, mediante la rabieta muestran su enfado, frustración e impotencia, llorando, gritando o pataleando. Pero, ¡ojo!, que a pesar de que nos saque de quicio observar cómo tratan de hacer una y otra vez aquello que les hemos dicho que no hagan, es necesario que aceptemos que lo hacen para probarse a ellos mismos, asegurándose así un margen de acción para interpretar hasta dónde pueden llegar sin ser reprendidos o hacerse daño. Dicho esto, vamos a dejaros algunas herramientas con las que podréis manejaros en situaciones de conflicto.
- Darles libertad.
Siempre que se pueda, cuidado. Tampoco pretendemos que nuestros hijos se tronchen el cuello por dejarlos saltar arriba de la cama. Pero en situaciones en las que no consideremos que corren un peligro severo, o que con su comportamiento están perjudicando a terceros, no está de más que les demos manga ancha para que corran, brinquen, salten y hagan lo que todo niño y niña debería hacer con su edad. Y si se caen, aunque lloren, tranquilos, que se levantarán. Al fin y al cabo, para aprender a levantarse primero hay que caerse.
- La paciencia y la empatía son vuestras mejores amigas.
Nuestros niños no entienden cómo se sienten los demás con aquello que están haciendo, puesto que son demasiado pequeños para que su cerebro sea capaz de hacer varias cosas simultáneamente, siendo esto pensar en lo que quieren y, al mismo tiempo, cómo afectará a su entorno. Si ya nos cuesta en ocasiones a los adultos, imaginad a ellos. Así pues, como ya os hemos dicho al principio, debemos armarnos de paciencia y aceptar que los peques están creciendo y tratando de adaptarse al mundo que los rodea. Escuchémosles y pasemos tiempo con ellos. Tal vez, detrás de esos gritos y lloros solo nos está diciendo “mamá o papá, estoy cansado”.
- Fijar límites y normas.
Es el momento perfecto para que aprendamos a hacerlo de manera respetuosa y positiva, sustituyendo el no por el sí condicional. En lugar de decir “no saltes arriba de la cama”, advertir con “cariño, si saltas arriba de la cama, te harás daño”. Ni que decir tiene que cuanto más claras y sencillas sean estas normas, mejor las entenderán nuestros hijos. Al igual que tampoco debemos evitar que se frustren, disgusten o decepcionen, puesto que son sentimientos que forman parte de la vida y, cuanto antes aprendan a lidiar con ellos, mucho mejor. Lo que podemos hacer es brindarles herramientas para que sobrelleven esas emociones de la mejor manera posible.
- Trabajar en nosotros mismos.
Como papás y mamás, es nuestro deber estar a la altura de lo que nuestros niños y niñas necesitan, siendo un buen ejemplo a seguir. Recordad que los niños y niñas aprenden por imitación, y lo que vean y escuchen de nosotros será lo que repetirán. Y si necesitamos ayuda, no hay nada de malo en solicitarla. Ser padres es una carrera de fondo, no de velocidad, por lo que el aprendizaje es lento y constante.
Si tenéis alguna duda, no dudéis en contactar con nosotras a través del formulario de nuestra página web, vía llamada telefónica, o presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia.