Pues porque sin un poco de marcha la vida sería muy aburrida, ¿no os parece? Ya, seguro que no. Ahora en serio. Es normal que nos sintamos frustrados cuando nuestros hijos o hijas no nos escuchan ni mucho menos hacen caso de lo que les decimos. Y como adultos, tenemos la responsabilidad de conseguir que realicen una serie de tareas que son importantes para ellos, como bañarse, ponerse el pijama, cenar o irse a la cama de una forma más o menos ordenada. Pero cuando nuestros peques no nos obedecen, la tarea se torna doblemente difícil, agotadora e irritante.
Antes de proseguir, en el campo de la disciplina positiva preferimos descartar el verbo obedecer, puesto que denota sumisión y ausencia de autonomía, totalmente contrario a lo que tanto os decimos que los niños y niñas necesitan. Así, optamos por las vías en las que nuestros hijos nos hagan caso o colaboren con nosotros, en lugar de que nos obedezcan, porque implican que los peques están prestando atención a lo que les pedimos, que suele ser una de las fuentes del problema.
¿Por qué mis hijos no me obedecen?

Como habréis podido apreciar, se trata de una situación común por la que pasamos todos los padres y madres en distintas etapas de la crianza, o incluso en el día a día. No hay una solución definitiva para la falta de colaboración, aunque sí existen muchas estrategias efectivas que pueden ayudar. Pero de eso os hablaremos en la próxima entrada. Lo primero que vamos a hacer desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori es explicar por qué nuestros hijos, muchas veces, no hacen caso a lo que les pedimos.
- Autodescubrimiento. Esto guarda relación con la etapa del desarrollo. Un niño de entre dos y cuatro años está descubriendo su autonomía, y por ende es normal que cuando se encuentra en una tarea que implica explorar y tomar decisiones opte por no hacer caso para saber qué ocurre o hasta dónde puede llegar. De ese modo, comienza a desenvolverse en el mundo sin depender tanto de papá y mamá.
- Ruido. También podríamos llamarlo falta de claridad. Cuando un mensaje no llega claro al destinatario, decimos que se ha generado ruido. Y es que a veces pedimos las cosas de una forma que es difícil de entender para nuestros hijos, o les hablamos en momentos en los que no pueden prestar atención. Así, es mejor dar instrucciones más cortas y precisas en una frase, y dirigirnos a ellos cuando no estén focalizados en otra actividad.
- Cansancio. En ocasiones podemos encontrar este factor por los términos de sobrecarga emocional o exceso de mandatos. Un niño cansado tiene menos capacidad para cooperar, porque los centros de control voluntario en su cerebro están agotados y no tienen suficiente energía para ofrecernos su mejor versión. Además, cuando su cerebro escucha durante el día múltiples instrucciones, y no se respetan sus tiempos de descanso o juego, su cerebro puede volverse insensible a nuestras palabras y peticiones.
- Desconexión emocional. La conexión emocional entre un niño y un adulto es directamente proporcional a la capacidad de colaboración del niño con las peticiones del adulto. Ocurre lo mismo con nuestros compañeros de trabajo, pues cuanto más conectados estemos con ellos mejor será la comunicación, la escucha y la comprensión.
Y hasta aquí la entrada de hoy. En la próxima os diremos qué hacer cuando nuestros hijos e hijas no nos hacen caso. Si tenéis alguna pregunta, no dudéis en contactar con nosotras a través del formulario de nuestra página web, vía llamada telefónica, o presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia.