¿Cómo fomentar el respeto de los niños hacia los animales?

niña con perro

Aunque lo que más trabajamos en nuestras unidades didácticas son los animales de granja, desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori pensamos que es interesante concienciar a los niños y niñas cuanto antes de la importancia de tratar con respeto a sus mascotas. Son muchos los matrimonios que antes de embarcarse en la maravillosa aventura de ser papás y mamás ya tienen una mascota, como puede ser, principalmente, un perro o un gato, o incluso pueden llegar a regalársela a sus hijos transcurrido un tiempo. Así pues, consideramos que no está de más aportar algo de nuestra experiencia para que la relación entre nuestros hijos e hijas y los animales sea lo más sana posible. 

Independientemente de que sea un tema importante para luchar contra el maltrato y abandono animal, cuyas cifras en nuestro país resultan alarmantes, María Montessori creía en el respeto de los niños y niñas por la naturaleza, y sin duda alguna estos forman parte de ella. Está claro que no podemos obligar a nuestros hijos a que amen a nuestras mascotas o a las de otros, e incluso puede que lleguen a desarrollar cierto miedo hacia ellas. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es educarlos en el respeto, y esa es una tarea que nosotros como papás y mamás deberíamos hacer desde que son pequeños. 

Claves para educar a los niños en el respeto hacia los animales.

niña paseando perro

Lo primero que debemos tener claro es que este proceso educativo es bidireccional, en el sentido de que debe ir orientado tanto a los niños como a los propios animales. Pero lo más importante de todo es que debe comenzar en nosotros, como sus padres y madres. Si nosotros no tratamos con amor, respeto y cuidado a nuestras mascotas, devolviéndoles toda la felicidad que ellas nos dan, no estaremos siendo un buen ejemplo para nuestros hijos e hijas. Recordad que los niños aprenden por imitación, y si tratamos mal a nuestro perro, gato, tortuga, pájaro, iguana… o simplemente no damos de comer a los peces, lo más probable es que nuestros peques actúen de la misma manera. En consecuencia, hay que ponerse manos a la obra para que esto no suceda. 

  1. Una mascota no es un juguete. Los animales son seres vivos con sentimientos y necesidades. Y como sus dueños, nuestra labor es hacernos cargo de ellos. Si no estamos preparados para esta responsabilidad, bien por falta de tiempo, escasa paciencia, o porque simplemente no nos gustan lo suficiente, lo mejor que podemos hacer por ellos es tomar la decisión de no tenerlos. Ahora bien, si tomamos la decisión de comprar uno, o rescatar de las atestadas protectoras a un compañero que ha sido perdido, abandonado o maltratado, debemos hacer comprender a nuestros hijos e hijas que un animal no es un juguete ni un peluche, y que por lo tanto no pueden jugar con él un rato y en cuanto se cansen decir que ya no lo quieren. Un animal requiere tiempo, cuidados y no menos dinero, pues los veterinarios no trabajan por amor al arte. Así que antes de tomar la decisión de tener uno, debemos sopesar todas estas variables, ser honestos con nosotros mismos y valorar si seremos capaces de asumir la carga que conlleva tener una mascota.
  2. La educación debe ser bidireccional. Como hemos comentado anteriormente, el proceso educativo debe ir dirigido tanto al niño como al animal en cuestión. Por ejemplo, si enseñamos a nuestros peques cómo deben tratar a su perro, acariciándolo con cuidado, no estirándole del pelo, del rabo o pegándole, pero no mostramos al perro cómo acercarse al nene o nena para no asustarlos, no servirá de nada, puesto que el animal no comprenderá que son humanos pequeñitos que requieren una delicadeza que con sus amos adultos no es necesario que tengan. ¿Cómo hacerlo entonces? Muy sencillo. Siguiendo con el ejemplo perruno, si ya tenemos al cánido en casa antes de la llegada del bebé, es importante que le hablemos de él, que le enseñemos la tripita de la mamá y, una vez nazca, que lo huelan. Los perros captan el mundo por el olfato, el oído y la vista, en ese orden. Por eso se pasan la vida olfateándolo todo y agitando las orejas. En tal caso, en cuanto les presentemos al bebé, que no os extrañe que se lancen a olerlo, pues será su manera de conocerlo y aceptarlo como uno más de la familia; y si después de unos segundos mueven la cola, significa que todo marcha bien. También podemos implicarlos en las tareas del cuidado del recién nacido, haciendo que estén presentes a cierta distancia para que observen cómo los bañamos, alimentamos, dormimos, etc. De ese modo, comenzarán a desarrollar un instinto de cariño y protección hacia el pequeño o pequeña que con total seguridad terminará derivando en una preciosa amistad. 
  3. Un animal requiere responsabilidad. Si decidimos comprar o adoptar uno, debemos enseñar a nuestros hijos e hijas a hablarles con dulzura cuando se portan bien, o con más severidad si les tenemos que reñir. Puede que no entiendan todas las palabras exactas que les decimos, pero sí reconocen órdenes breves, y sobre todo el tono que empleamos para dirigirnos a ellos, e interpretan cuando estamos contentos con ellos y cuando no lo estamos. Asimismo, tener una mascota conlleva una responsabilidad para con ella durante los años que dure, y es importante que impliquemos a nuestros hijos en estas tareas, como sacarlo a pasear y hacer sus necesidades, bañarlo o cambiarle el agua/tierra, alimentarlo, darle mimos, jugar con él, e incluso llevarlo al veterinario junto con papá y mamá si se pone malito. De ese modo, los niños y niñas aprenderán que el animal es un miembro más de la familia y como tal deben tratarlo. 
niña paseando perro
  1. No todo es de color rosa. Habrá momentos en los que estemos cansados, o nuestros hijos tengan un mal día o se pongan enfermos. En tal caso, no debemos canalizar nuestra frustración en nuestra mascota, sino todo lo contrario. Los animales perciben los estados de ánimo, y si ven que estamos tristes o que los nenes no están bien, lo más probable es que se acerquen a nosotros y nos muestren su particular interés. Cuando esto ocurra, no debemos alejarlos o dirigirles palabras malsonantes, sino acariciarlos y hablarles con cariño. No son objetos que ignorar, y ellos no tienen la culpa de nada. Recordad lo que os hemos dicho antes: no entienden todas las palabras, pero el tono sí lo reconocen. 
  2. Concienciar sobre las protectoras y su labor. No os diremos que adoptéis en lugar de comprar, puesto que eso es una decisión que cada persona debe tomar por sí misma y es perfectamente respetable. Pero lo que sí podemos hacer es enseñar a los peques la labor que estas organizaciones hacen para ayudar a animalitos que no han tenido la vida que merecían, y que no han sido correspondidos con todo el amor que esperaban por parte de sus dueños. Y las personas que trabajan en las protectoras se encargan de que esos compañeros de vida encuentren un hogar donde los humanos que residen en él estén a la altura de lo que se espera de ellos. La visión de los animales suele alcanzar como mucho la altura de nuestras rodillas; ven el mundo desde allí y les basta. Otra cosa es la cara de sus amos, a los que miran con frecuencia, como dioses que los alimentan, cuidan y mandan. No podemos decepcionarlos.

Si tenéis alguna duda, no dudéis en contactar con nosotras a través del formulario de nuestra página web, vía llamada telefónica, o incluso presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia. 

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