¿En qué consiste la disciplina positiva?

aplicar disciplina postitiva

Desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori, hemos mencionado en muchas ocasiones la educación o crianza desde una perspectiva respetuosa, pero hasta el momento no habíamos profundizado en qué consiste exactamente este modelo educativo. Pues bien, ya era hora de que habláramos un poco sobre él, ¿no os parece?

La disciplina positiva es un programa de formación tanto para padres y madres como para educadores, basado en el trabajo de Alfred Adler y Rufus Dreikus, dos conocidos psicólogos humanistas. Años más tarde, la educadora y doctora en psicología Jane Nelsen recogió los principios de Adler y Dreikus y, valiéndose de la ayuda de la también educadora Lynn Lott, y otros formadores, desarrolló el primer manual de Disciplina Positiva en la década de los ochenta, cuyos objetivos se centraban en permitir que los niños creciesen y desarrollasen de forma positiva. Para ello, los investigadores partieron de dos premisas:

  1. Sentimiento de pertenencia. Esto consiste en asegurarse de que los niños y niñas tienen cerca a alguien que se ocupe de satisfacer sus necesidades (afecto, alimento, protección etc.) y garantizar su supervivencia.
  2. Sentimiento de contribución. Sentir que pueden contribuir en el grupo, que su opinión es escuchada y que pueden ayudar a los demás con sus aportaciones.

Vamos a intentar simplificarlo. Cuando nuestros hijos e hijas no se sienten atendidos, pueden llegar a pensar que no les queremos. Esto puede parecernos absurdo, puesto que para nosotros, ellos y ellas son lo más importante; pero desde su punto de vista, el amor incondicional que les profesamos no es algo que tengan interiorizado. En consecuencia, y para reclamar nuestra atención, los niños y niñas suelen actuar de malas maneras: gritando, llorando, pataleando… vamos, lo que viene a ser conocido como una rabieta. Asimilar esto es fundamental para descifrar el comportamiento de nuestros pequeños y no incurrir en la siguiente cadena:

niño piensa que sus padres no le quieren
El niño piensa que su papá y mamá no le quieren.
Intenta comunicárnoslo con un mensaje codificado (rabietas).
padre castigando
Al no saber descodificar este mensaje, respondemos con riñas y castigos

¿Dónde entra la disciplina positiva? Justamente aquí. Si en lugar de portarse mal, nuestro peque se acercara a nosotros y nos verbalizara que solo quería captar nuestra atención porque siente que ya no lo queremos y necesita que le confirmemos lo contrario, probablemente no reaccionaríamos con un reprimenda, sino dándole un abrazo y diciéndole cuánto le queremos. El problema es que son niños, y a estas edades sus recursos aún son limitados. Incluso muchos adultos, sin ningún tipo de problema, son incapaces de manifestar sus sentimientos de manera oral, y se comportan de forma extraña para hacernos entender que algo no funciona bien. Pero a diferencia de los adultos, a un pequeñín no podemos exigirle más de lo que puede dar, por lo que a partir de ahora, cuando veamos que nuestros hijos tienen una rabieta, debemos pensar que simplemente necesitan ver que estamos ahí y que su opinión es importante para nosotros. 

Hasta pasados los tres años de edad, los niños no tienen desarrollada la parte racional que les permite frenar ciertos comportamientos impulsivos que van en contra de las normas sociales. Y la corteza cerebral no acaba de formarse hasta pasados más de veinte años. Así pues, ¿quiénes deberían aportar cordura y racionalidad cuando se produzca una situación de conflicto? Exacto, nosotros los adultos. Pero como sabemos que es algo complicado, os vamos a dejar algunas herramientas para que os ayuden en este proceso. 

Claves para una educación positiva.

  1. Comunicar a cada momento lo que va a suceder. Es importante que informemos a nuestros hijos e hijas sobre dónde los vamos a llevar y qué es lo que van a tener que hacer a lo largo del día. Muchas veces, debido a las prisas del día a día, no nos detenemos a pensar que, al igual que nos sucede a nosotros los adultos, a los niños tampoco les gusta que les manden hacer cosas sin darles explicaciones. Y aparte de ser una falta de respeto, con este comportamiento no los estamos involucrando en la vida familiar, lo que supondrá una reacción negativa por parte de los pequeños, resistiéndose a la actividad en cuestión porque no estaban mentalizados para desempeñarla. 
  2. Pensar antes de hablar. Por norma general, para un niño una imposición siempre va a suponer de primeras un rechazo. En consecuencia, y sobre todo a la hora de vestirse o de comer, en lugar de obligarles a que tomen cierto tipo de alimentos o se atavíen con determinadas prendas de ropa, es fundamental que tengamos en cuenta cómo se lo vamos a decir, y tener guardada bajo la manga la baza de la negociación por si nuestra capacidad de persuasión no es tan buena como nosotros pensábamos. Como ejemplo, no es lo mismo decirle a nuestro hijo que hasta que no se coma todo lo que hay en el plato no se va a levantar de la mesa, que preguntarle si lo prefiere en otro formato o con otro alimento por encima para disimular el sabor.
  3. Proponer opciones. Deben ser válidas y limitadas. No podemos darle a nuestro pequeño a elegir y luego negarle la opción que ha escogido. Si lo hacemos bien, les estaremos enviando un mensaje de pertenencia y de que su opinión cuenta. Y ojo, que con esto no se trata de claudicar para que los niños hagan lo que quieran. ¡Ni mucho menos! Las opciones que les hemos dado a elegir deben haber sido previamente establecidas por nosotros, por lo que cualquier resultado tendrá nuestro beneplácito. 
  4. Con humor, todo es mejor. Si queremos que nuestros hijos e hijas lleven a cabo una determinada actividad, o simplemente deseamos enseñarles algo, descubriremos que, si involucramos juegos y algo de humor, será más fácil que presten atención. Como hemos dicho muchas veces, el juego es la mejor manera que tienen los niños de aprender. 
disciplina positiva en pequeños
  1. Preguntar primero y disparar después. Nunca al contrario. Acusar a nuestros pequeños de haber hecho algo sin saber exactamente qué ha ocurrido es propio del autoritarismo y suele generar mucho rechazo. Si lo hacemos, todo el trabajo de los puntos anteriores no habrá servido de nada, pues les demostraremos que no confiamos en ellos; y como sabéis, la confianza en una relación debe ser bidireccional. En consecuencia, lo que podemos hacer es preguntarles qué ha pasado e involucrarles en la resolución del problema para que ellos mismos lleguen a la conclusión de que hay cosas que no deben hacer. 
  2. Dejar que lo hagan ellos, pero primero enseñarles cómo. Hemos insistido en repetidas ocasiones lo importante que es que, cuando nuestro hijo o hija nos diga que quieren hacer algo ellos solos, nos limitemos a observar, puesto que esto les encaminará hacia la tan ansiada independencia. Sí, y no nos vamos a desdecir. Pero hay un matiz a tener en cuenta. Los niños y niñas aprenden por imitación, y para evitar que se hagan daño o simplemente realicen la actividad en cuestión de manera adecuada, es vital que vean cómo lo hacen sus papás y mamás con el objetivo de que más tarde ellos puedan ejecutar la repetición de la jugada. Así, lo ideal sería que primero lo hagamos nosotros y ellos vean. Después nos ayuden entretanto lo hacemos. Seguidamente, invirtamos las tornas y ayudemos nosotros. Y finalmente, lo hagan solos mientras nosotros les miramos.
  3. Respirar. Sin más. A veces solo necesitamos eso: respirar. Llegamos cansados de trabajar, con los nervios a flor de piel, y nuestro peque ha hecho una trastada. Pues bien, en lugar de descargar toda nuestra frustración acumulada del día hacia él o ella, es bueno que nos tomemos un tiempo para tomar una bocanada de aire, mordernos la lengua si es preciso, o incluso salir a dar un paseo y, una vez calmados, afrontar la cruda realidad. 
  4. Cambiar el negativo al positivo. Como hemos comentado antes, una negativa siempre lleva de la mano un comportamiento rebelde. Por esa razón, si nos esforzamos en modificar nuestro lenguaje, obtendremos mejores resultados. Como ejemplo, en lugar de decir que no coman sin lavarse las manos (porque entonces no se las lavarán), podemos decirles que se laven las manos antes de comer. O también podemos decirles que en cuanto se vistan podrán bajar al parque, en lugar de decirles que si no se visten no bajarán al parque. De esa manera, estamos eliminando el matiz negativo de la oración.

Hasta aquí la entrada de hoy. Sabemos que ha sido un poco más larga de lo normal, pero creemos que es un tema muy interesante. Si tenéis alguna duda, no dudéis en contactar con nosotras a través del formulario de nuestra página web, vía llamada telefónica, o incluso presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia. 

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