¿Por qué no hay que comparar a los niños?

no comparar a los niños

Tal vez sea uno de los mayores errores que como papás y mamás podemos llegar a cometer. Y es que resulta difícil no caer en la tentación de comparar a nuestros hijos con otros niños y niñas de su edad, especialmente si son los primeros. Asegurarnos de que se desarrollan al mismo ritmo que sus compañeros nos aporta tranquilidad, y si lo hacen a un ritmo más rápido, nos enorgullece. Pero ¿qué ocurre cuando sucede lo contrario? ¿Y si nuestros peques no avanzan a la misma velocidad que sus amiguitos? ¿Deberíamos preocuparnos? La respuesta es un rotundo no.

Cuando hablamos con nuestros amigos, especialmente si también son papás y mamás, muchas veces nos cuentan que sus hijos no evolucionan al mismo ritmo que sus compañeros de clase, como hacer el intento de ponerse en pie, seguir unas determinadas pautas de sueño o comer solitos. Es en esos momentos cuando incurrimos en el error de comparar a esos niños y niñas con los nuestros, preguntándonos qué estamos haciendo mal para que no vayan a la par, desatando pensamientos de ansiedad y preocupación que sin duda alguna terminaremos trasladando a los peques de la casa. Lo que no entendemos, es que cada niño o niña es único, y cuenta con unos tiempos de adaptación y aprendizaje propios. En consecuencia, desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori vamos a detallaros algunos perjuicios que estas comparaciones suelen ocasionar en nuestros hijos e hijas. 

¿Cuáles son los daños que provocan las comparaciones entre niños?

  1. Frustración. Suele producirse en entornos de familias numerosas, donde cada hermano o hermana supone un objetivo a igualar e incluso superar, aunque también puede darse cuando los padres y madres resultan demasiado exigentes. Pues bien, si los niños y niñas no consiguen lo que se espera de ellos, sienten impotencia, y esa impotencia desemboca en frustración. Una enorme tristeza por no ser capaces de satisfacer las expectativas que sus papás y mamás han puesto en ellos y ellas. Además, esto puede desencadenar otro tipo de reacciones, como comportamientos obsesivos y cierta propensión a la irritabilidad. 
  2. Pérdida de la autoestima. Avalada por el punto anterior. Si nuestros hijos e hijas se ven comparados continuamente con otros niños y niñas que sí alcanzan los objetivos que les ponemos, se sentirán inferiores a ellos, provocándoles desconfianza, tristeza, indecisión, y una imagen negativa de sí mismos, lo que a su vez provocará que se vuelvan tímidos e introvertidos. En contrapartida, lo que debemos hacer es reforzar esa autoestima desde bien pequeñitos para que se sientan fuertes a nivel emocional, y puedan enfrentarse a cualquier obstáculo que se les ponga por delante en ese proceso de independencia del que tanto os hemos hablado. 
  3. Inactividad. No hay nada más triste que ver a un niño o niña parado, sin ganas de jugar o realizar alguna actividad que le guste. ¿Cuál puede ser la causa de esto? Muy sencillo: haberlo comparado con otro niño o niña, hermano o hermana, y que no haya salido bien parado. Debemos entender que, al igual que nos sucede a nosotros los adultos, sentirnos medidos, juzgados y comparados no resulta en absoluto agradable, y nos priva de las ganas de querer seguir haciendo aquello por lo que se nos ha evaluado sin haberlo pedido. Es muy probable que no nos demos cuenta de esto, pero las comparaciones, lejos de motivar para obtener una mejoría, suelen conseguir el efecto contrario al deseado. 
  4. Envidia. Comparar, como ya os hemos explicado en los puntos anteriores, está mal; pero hacerlo delante de nuestros hijos, es aún peor. A nadie le gusta que le digan que debería parecerse a tal o cual persona constantemente, y a los niños y niñas les ocurre exactamente lo mismo. Por lo tanto, lo que estaremos consiguiendo con esto es plantar la semilla de la rivalidad entre nuestro hijo o hija y el sujeto en cuestión. Y lo mismo ocurre si las comparaciones se establecen entre hermanos o hermanas, con el agravante de estar fomentando los celos que también os hemos aconsejado evitar en otras entradas. 

En definitiva, tenemos que hacer saber a nuestros hijos e hijas que les aceptamos tal como son, con sus virtudes y sus aspectos de mejora, pero que dichos aspectos no influirán de ningún modo en nuestro amor por ellos. Más bien, lo que podemos hacer para motivarlos es reforzar sus conductas positivas cuando aparezcan. Dicho de otro modo, estimular su deseo por mejorar, por aprender, pero sin establecer nunca comparaciones con sus hermanos o compañeros de cole. Se trata de ellos y ellas, no de los demás. 

Si tenéis alguna duda, no dudéis en contactar con nosotras a través del formulario de nuestra página web, vía llamada telefónica, o incluso presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia. 

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