Sabemos que en muchas ocasiones, al igual que nos sucede en nuestra relaciones con los adultos, no medimos las palabras que salen por nuestra boca en un momento de acaloramiento o durante una discusión o enfado. Sin embargo, si bien la mayoría de personas mayores sabemos perdonar o al menos hacernos cargo de la situación en la que se han inferido las ofensas, los niños y niñas todavía no poseen la madurez y habilidades sociales como para entenderlo. Por esa razón, las palabras que vertimos pueden tener una gran incidencia en el desarrollo emocional de nuestros hijos.
Las palabras que escogemos para educar, corregir o reconocer a nuestros peques entrañan mensajes ocultos que formarán su carácter y autoestima. Antes de que lo penséis, ya os aseguramos que no, esto no es una chorrada, ni mucho menos. Si hacemos memoria, tal vez recordemos algunos de esos momentos, cuando éramos pequeños, en los que nuestros padres, madres, abuelos, profesores o cualquier adulto que representase una figura de autoridad, nos dedicaba un adjetivo que no nos gustaba. Y deteniéndonos a pensarlo durante un instante, sabremos que nos hizo sentir mal y suscitarnos algunas dudas respecto a nosotros mismos. Por eso es importante que en casa prestemos atención a los términos que utilizamos para comunicarnos con nuestros hijos e hijas.
¿Cómo comunicarnos de manera positiva en casa con los niños?
Hay que entender que educar en positivo es un aprendizaje para toda la familia, que supone guiar de una manera distinta a como lo hicieron nuestros padres y madres con nosotros, y en la que confiamos en la capacidad del niño o niña para desarrollarse, sintiéndonos todos respetados y valorados. Así pues, desde nuestra escuela infantil de metodología Montessori vamos a proponeros algunas palabras que deberíais eliminar de vuestro vocabulario en el hogar.
- Culpa. Debemos discernir entre “culpable” y “responsable”. Puede parecer que son sinónimos, pero hay matices. En casa nadie debe tener la culpa de nada, pues eso mengua la autoestima y genera un sentimiento de rechazo hacia uno mismo. Por el contrario, somos responsables de las cosas que hacemos. Si se nos ha caído un vaso de agua, lo secamos. Si hemos roto algo, lo arreglamos o acompañamos a papá o mamá a comprar otro nuevo. Pero nunca debemos hacer culpable a un niño o niña de algo, porque repercutirá seriamente ya no sólo sobre sí mismo, sino también en su visión del mundo y en la falta de límites que pondrá en sus relaciones interpersonales futuras. Educamos para que nuestros hijos aprendan a arreglar sus trastadas solitos o entre todos. Recordadlo.
- Castigo. Dialogar, poner normas, explicar las cosas, pero no castigar. “Se ha portado mal”. ¿Y qué? ¿Acaso pensáis que por imponerles un correctivo van a dejar de comportarse así? Más bien lo contrario, y no lo decimos nosotras, sino los científicos. Está demostrado que los niños no aprenden con los castigos y que además repercute negativamente en su autoestima. Si castigamos repetidamente a nuestros hijos, al final tenderán a pensar que son malos y en consecuencia merecen ser castigados. Y os aseguramos que esto es muy peligroso.
- Premio. Celebrar, reconocer, felicitar a nuestros hijos cuando logran algo difícil. Eso está bien. Ahora, lo que no debemos hacer es premiarlos o incentivarlos, puesto que está demostrado que de esa manera pierden interés y dejan de sentir la mera satisfacción de superarse o alcanzar algo que creían imposible.
- Insultos. En casa no hay que decir cosas que hagan daño a los demás. Y es normal que los niños y niñas se enfaden, se sientan frustrados y se peleen, pero siempre sin dañar la autoestima de los demás. El ejemplo, como siempre decimos, está en nosotros, como sus padres y madres.
Si tenéis alguna pregunta, no dudéis en contactar con nosotras a través del formulario de nuestra página web, vía llamada telefónica, o presencialmente en nuestro centro de educación infantil Mi Cole en Ruzafa, Valencia.